Históricos

Cuando se iba al certamen en un SEAT 1500

Con la excusa de que hoy comienza el certamen me he propuesto recordar y escribir cómo eran mis certámenes cuando era niño, a finales de los años 70 (que ya ha llovido aunque no tanto). Lo hago con una entrañable nostalgia y un poco de tristeza, ya que algunos de los citados ya hace un tiempo que desgraciadamente no están entre nosotros.

Con la excusa de que hoy comienza el certamen me he propuesto recordar y escribir cómo eran mis certámenes cuando era niño, a finales de los años 70 (que ya ha llovido aunque no tanto). Lo hago con una entrañable nostalgia y un poco de tristeza, ya que algunos de los citados ya hace un tiempo que desgraciadamente no están entre nosotros.

El ritual y el trayecto del viaje siempre era el mismo año tras año. A media tarde nos subíamos al taxi de Vicente, porque a Valencia se iba en taxi y estoy seguro que Vicente no nos cobraba ni un duro de este viaje. El coche: un Seat 1500 impresionante, con la palanca de cambios en el volante, los asientos del piloto y copiloto unidos como una especie de banco y muchísimo espacio en la parte trasera, todo tapizado de skay verde, siempre impoluto. Era lo más cercano que había entonces a una limusina.

Los participantes en aquella expedición siempre éramos los mismos. Joaquín “de flocs”, mi padre, Paco “de flocs”, mi tío; Carlos Estruch (un hombre célebre como su tío, el pintor Estruch), el propio Vicente, el taxista y un “friki” de 10 años que por entonces ya le gustaban las bandas.

La primera parada y fonda era en El Palmar. No recuerdo el nombre del restaurante pero todavía existe y es uno de los que están en la plaza y tienen salida por detrás a un sequiol.

Merienda-cena a base de “all i pebre” y directos a la Plaza de Toros (ay, la plaza, después hablaré de esto) donde se celebraba la sección Especial A, ya que entonces había 2 secciones, la A y la B. De paso diré que eliminar esa sección, la B, fue un error que hemos arrastrado desde entonces.

Siempre nos sentábamos en los palcos superiores, supongo que porque como llegábamos justos ya estaría lleno la parte inferior.

Primeramente el pasodoble. Las bandas formadas a 10 de ancho con 10 tubas en línea como cañones de un acorazado. El aplauso de los más forofos de cada banda en el arranque del fuerte final al que pronto nos sumábamos todos los asistentes. Y así una banda tras otra, normalmente no menos de 4 o 5.

El jurado ocupaba su mesa a primera fila como preparados para un banquete de bodas de los de la época.

Y comenzaba el concurso.

La primera banda subía al escenario y así una tras otra. Si no recuerdo mal entonces no había tope por arriba en el número de participantes así que fácilmente podía haber 160 músicos en el escenario. Así que un ejercicio obligado era contar el número de trompas; 16 esta banda, 20 la otra, que barbaridad.

Las obras obligadas complejas y sin un atisbo de concesión “popular”, salvo la genial “Mare Nostrum” de Asins Arbó y alguna mas que mi mente de niño de entonces no consigue recordar, quitando de dos: “Soleriana” de Carlos Suriñach y otra rarísima titulada “Propágula”.

En las libres títulos que aún hoy asustan: La consagración de la primavera de Stravinsky, El mandarín maravilloso de Bela Bartok, El pavo real o Hary Janos de Kodaly, Don Juan o Las Travesuras de Strauss, el final de Daphnis et Cloe de Ravel, 3ª sinfonía de Mahler, Metamorfosis de Hindemith, Karel Husa, Respighi, (Abro paréntesis. El año del Daphnis estuvimos unos meses o días antes en Lliria donde el maestro Zubin Metha dirigió la orquesta de Israel y a la propia Unió Musical en un ensayo, saps o que?  Que pena que no existieran los móviles. Recuerdo también, no sé si posteriormente, la sinfonía 3 de Camille Saint-Saëns con la banda de Alzira cuando falló una parte del órgano, o eso creo recordar…(También recuerdo ir a algún ensayo de la banda de Alzira con el maestro Hernandez Guirado y no pasar del compas 10 del Don Juan y a alguno de la Lira Castellonera con “Praga” de Karel Husa me parece, y con el maestro Nicanor Sanz al mando, genio y figura)

Como buen friki, llevaba una casete grabadora Sony y grababa todo el certamen. Noche tras noche en casa, las escuchaba una y otra vez. Así puedo cantar entera toda la primera parte de la Consagración con voz de fagot, de requinto y de toda la plantilla;  Doremiremimii sol sol do, doremiremimii do sol do sib de Resphigi, el solo de trombón de Propágula que imitaba la aceleración de una moto…

Las bandas, pues las de siempre, Buñol, Lliria, Cullera, Benaguacil, Tavernes, Alzira, Torrent y alguna mas…Plantillas de escándalo, sobredimensionadas como nos gusta por aquí pero un auténtico espectáculo.

De los músicos, entonces no conocía muchos, solo recuerdo al gran Pepe Ortí con la trompeta, después ya vendría Vicente Campos, otro grande…

Los maestros, Pablo Sanchez Torrella, el citado Hernandez Guirado, Francisco Tamarit, Ramón Herrero, Luis Sanjaime, Micó y otros que me podéis ayudar a recordar.

La acústica, pues un desastre: el sonido de los cencerros de los cabestros se mezclaba con un solo de flauta en sol dándole un carácter pastoral a cualquier obra, los aviones pasaban por encima de un pianísimo de clarinetes, una moto a toda velocidad siempre en el solo de corno, los botes vacios rodando por las gradas, el vendedor de helados, gritos por la gradería interior, mas botes rodando…

Los asientos que te voy a contar, ni con almohadillas. Y ya una Mención de honor para los aseos de la plaza de toros que si necesitabas entrar tenias que tener más arrestos que El Cordobés.

Y para finalizar la Banda Municipal, ay la banda municipal…Previamente ya habíamos saludado a algunos insignes que habían hecho la mili con mi padre o que eran conocidos; Asensio Magraner, Aliaga, Danielin…

Dirigiendo, los maestros Ferríz y Garcés. Poco más que añadir

Y el Himno, ay el Himno. Sin duda el más bonito del mundo. Granell empezaba el solo de fliscorno y yo contenía la respiración, pero nunca fallaba, siempre impecable y luego todo la plaza le contestaba cantando como no he oído en otro sitio, dejando a un lado ideologías por unos minutos. Que grande, Serrano!!

No solíamos quedarnos a los premios que se daban en el Ayuntamiento porque el taxista ya estaba más que impaciente porque ya había visto 4 películas de las que daban en sesión continua, así que al coche y hacia Manuel.

Pero ahí no terminaba el viaje ya que aunque fueran las 5 de la mañana íbamos directos a casa de Carlos. La casa de Carlos también da para un podcast.

Abría las puertas y entrabamos en aquel caserón del siglo XVII o por ahí. La escalera a la izquierda con una escultura minimalista del Quijote a caballo y con las paredes repletas de frescos originales del pintor Estruch (maestro de Sorolla). En aquellas paredes se reflejan sus locuras y sus momentos de lucidez y así se podían ver diversos rostros monstruosos y junto a ellos la cara perfecta de una Virgen.

Y así, totalmente asustado cruzaba la casa y llegaba al corral con su pozo al centro y todo. Carlos ya tenía refrescando en la pica una sandia con pepitas, de 15 quilos o más, un par de cortadas por barba y a dormir.

Después un año entero rebobinando una y otra vez aquellas grabaciones y esperando el año siguiente para volver.